jueves, 28 de abril de 2011

La plaza Jamaa el Fna - Marrakech




Toda persona, al menos una vez en la vida, debería de visitar Jamaa el Fna. La vida de Marrakech gira al rededor de esta explanada, donde el tiempo no llega a pasar nunca. Junto al laberito de callejuelas que es su media, se abre una plaza color ocre, que a cualquier hora hierve, siempre con el ir de venir de turistas y paisanos. En una de sus esquinas se levanta el restaurante Argana. No es mi preferido, pero en sus terrazas, se puede disfrutar del Sol poniéndose en Jamma el Fna con la kutubía al fondo.

Por la mañana en los lados de Jamma el Fna se concentran los vendedores de zumos. Por un par de dirhams, te sirven un buen vaso de zumo de naranja o pomelo recién exprimido. Frente a los carros cargados con hileras de naranjas, pequeños vendedores ofrecen casi cualquier cosa subceptible de ser vendida. Una misteriosa señora mayor vende gorritos de lana multicolores, un joven ataviado con ropas de tuareg, vende lo que debe ser amuletos o cualquier hierba con algún poder curativo, a su lado varias mujeres ofrecen a los visitantes floridos tatuajes de jenna.



Jamaa el Fna tiene su propia música: el continuado zumbido de los tocadores de pífanos, que a la vez que suenan su flauta, giran y giran sin parar su cabeza tocada con un extraño sombrero y al ritmo de su flauta.


Entre ellos se cuelan los típicos aguores de Marrakech, con sus inconfundibles trajes rojizos intentado que cualquier turista occidental se fotografíe a su lado.



Jamma el Fna, va mutando a lo largo del día, con el ocaso, los carros de las filas ordenadas de naranjas se van retirando y frente al restaurante Argana se van montando casi media centena de pequeños chiringuitos, donde se expone las viandas, las pastelas, los pinchitos.... Yo tengo una debilidad y es sentarme en una de estas bancadas cubiertas por un hule de dudosa pulcritud y tomarme un buen cuenco de harira, la sopa por excelencia de Marruecos y por poco menos de unos 20 dirham.


Y comienza la mutación final de Jamaa el Fna. En la plaza, se forman corros y bajo la triste luz de un quinqué de gas, los viejos cuentan viejas historias. No me interesa saber de que tratan, alguien me ha dicho que cuentan viejas historias, algunas de cuando los andalusies vivían en nuestra Andalucía. No me hace falta, me siento y observo los ojos de los que oyen estas viejas historias sentados en viejos taburetes. Al lado unos cantan, otros bailan, y la sombras de la noche se van apoderando de Jamaa el Fna. Jamaa el Fna, patrimonio inmaterial de la Humanidad.